Crónica espasmódica de otoño. Segunda parte: Plátanos


Barcelona está llena de plátanos, un árbol agradecido donde los haya. Crece muy rápido y muy alto, protege del sol en verano y deja pasar la luz en invierno, marca el paso de las estaciones para nosotras, las huestes urbanitas y nos amansa por ende la contaminación y el ruido del tráfico.

Se les ha hibridado y clonado desde hace mucho -pero que mucho- tiempo para dar sombra a calles, jardines, caminos y espacios agrícolas. Se cree que provienen del Mediterráneo oriental, pero me da a mí que nadie lo sabe con seguridad. Quizá porque no hace falta saberlo. 

No encontraremos bosques de plátanos espontáneos, "naturales", pero hay zonas donde se favoreció su crecimiento por diversos motivos y que hoy en día ofrecen un espectáculo vivo en el que merece la pena perderse, como en la zona de Gallecs, entre Mollet y Parets. Ir en otoño es muy recomendable.

Pedaleando entre plátanos
De las cosas que me gustan de los plátanos está su capacidad de acogida. Tiene este árbol propensión a producir cavidades en su tronco (principalmente por la acción de hongos) y estos huecos se convierten en muchas ocasiones en viveros de otras especies, que crecen bajo la protección del gigante y alimentándose de la materia orgánica que se acumula en esas oquedades.
 
Una hiedra asoma las hojas
Un brinzal de roble creciendo en uno de los huecos de un plátano

Ni que decir tiene que estos agujeros también ofrecen refugio a muchas aves. Sólo en Barcelona he visto anidar en estos huecos a Gorrines comunes y gorrines molineros, Carboneros, Herrerillos, Estorninos negros, Palomas domésticas y Cotorras de Krámer

Pero estos gigantes hospitalarios tienen un interior tierno e inestable -sobre todo cuando viven sometidos al estrés de una gran ciudad- y no es raro que padezcan el "ataque" de diversos tipos de hongos -entre los cuales la Armellaria- , debilitándose su colosal estructura y cediendo en no pocas ocasiones a la fuerza del viento. Tal fue el caso del plátano que cayó la semana pasada cerca del lugar donde trabajo, arrastrando en su desplome a una farola y aplastando de propina un coche. 

Larga vida a los plátanos. 

9 de noviembre, Un plátano la lía en la calle Llull. Descanse en paz el viejo gigante.



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