Barcelona está llena de plátanos, un árbol agradecido donde los haya. Crece muy rápido y muy alto, protege del sol en verano y deja pasar la luz en invierno, marca el paso de las estaciones para nosotras, las huestes urbanitas y nos amansa por ende la contaminación y el ruido del tráfico.
Se les ha hibridado y clonado desde hace mucho -pero que mucho- tiempo para dar sombra a calles, jardines, caminos y espacios agrícolas. Se cree que provienen del Mediterráneo oriental, pero me da a mí que nadie lo sabe con seguridad. Quizá porque no hace falta saberlo.
No encontraremos bosques de plátanos espontáneos, "naturales", pero hay zonas donde se favoreció su crecimiento por diversos motivos y que hoy en día ofrecen un espectáculo vivo en el que merece la pena perderse, como en la zona de Gallecs, entre Mollet y Parets. Ir en otoño es muy recomendable.
Pedaleando entre plátanos |
De las cosas que me gustan de los plátanos está su capacidad de acogida. Tiene este árbol propensión a producir cavidades en su tronco (principalmente por la acción de hongos) y estos huecos se convierten en muchas ocasiones en viveros de otras especies, que crecen bajo la protección del gigante y alimentándose de la materia orgánica que se acumula en esas oquedades.
Una hiedra asoma las hojas |
Un brinzal de roble creciendo en uno de los huecos de un plátano |
Ni que decir tiene que estos agujeros también ofrecen refugio a muchas aves. Sólo en Barcelona he visto anidar en estos huecos a Gorrines comunes y gorrines molineros, Carboneros, Herrerillos, Estorninos negros, Palomas domésticas y Cotorras de Krámer.
Pero estos gigantes hospitalarios tienen un interior tierno e inestable -sobre todo cuando viven sometidos al estrés de una gran ciudad- y no es raro que padezcan el "ataque" de diversos tipos de hongos -entre los cuales la Armellaria- , debilitándose su colosal estructura y cediendo en no pocas ocasiones a la fuerza del viento. Tal fue el caso del plátano que cayó la semana pasada cerca del lugar donde trabajo, arrastrando en su desplome a una farola y aplastando de propina un coche.
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