
A este bello –a mi juicio- anfibio se le han atribuido un buen montón de superpoderes: que su mordedura es peor que la de la víbora, que escupe veneno y fuego, que es inmune a las llamas… Vamos, que podría estar perfectamente en la nómina de la Patrulla X y rebautizarse como Xalamandra o algo así.
A uno, que viene de las resecas tierras del sureste, ver una salamandra supone una auténtica alegría… y si encima se dejar fotografiar como la que posó de manera absolutamente desinteresada para el objetivo de mi cámara… ¡el colmo!
A uno, que viene de las resecas tierras del sureste, ver una salamandra supone una auténtica alegría… y si encima se dejar fotografiar como la que posó de manera absolutamente desinteresada para el objetivo de mi cámara… ¡el colmo!
De este animal me fascina que queden ejemplares vivos por los campos, dado lo llamativo de su librea y la velocidad –por llamarlo de alguna manera- con la que se mueve; de hecho, este último factor (la lentitud) no es precisamente un aliado a la hora de cruzar las curvas del Montseny, por lo que no es raro, en primavera y otoño, encontrar salamandras convertidas en vistosas pegatinas sobre el asfalto. Ésta de la foto también tenía vocación suicida, no sólo porque caminaba a su ritmo pachorrón de urodelo despreocupado por una vía asfaltada, sino porque lo hacía, además, a escasos metros de 150 niños en plena ebullición excursionil.
En fin, que con disimulo la dejé en el lugar donde parecía que quería ir, un buen suelo húmedo lleno de hojarasca y lombrices cerca de una charca, donde pudiera escupir fuego a gustito.
En fin, que con disimulo la dejé en el lugar donde parecía que quería ir, un buen suelo húmedo lleno de hojarasca y lombrices cerca de una charca, donde pudiera escupir fuego a gustito.
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